La coca está viva en el altiplano americano. Aquí las personas la mastican como en otros lares se persignan. Hoja a hoja se llenan la boca de paisajes, mientras conversan, mientras trabajan, mientras sueñan, mientras caminan por el cerro. Se ha tenido que crear el verbo “coquear”, para esa ceremonia rutinaria de estimular los sentidos a través de la masticación de la hoja sagrada.
De la hoja de coca se ha hecho un sinfín de derivados: infusiones, mates, ungüentos, caramelos, condimentos, y se le procesa para obtener la cocaína. Pero el consumo de la hoja de coca no tiene nada que ver con la droga.