Aún no me he adaptado a la diferencia horaria y en los últimos cinco días no he podido ni tomar una ducha, pero ya he vuelto a casa. Me siento orgullosa de haber regresado de la otra parte del Atlántico. Acabo de hacer realidad uno de mis sueños. Siento que dormir en mi almohada me aporta un bienestar añadido: el de saber que existe eso que tanto he buscado, eso que buscó tanta gente. Aunque es difícil precisar el punto exacto, en el Nuevo Mundo, donde he encontrado El Dorado. Seguir leyendo