Es 21 de junio y se celebra el solsticio de invierno en todo el hemisferio sur de la Tierra. El fenómeno no solo es astronómico, es sobre todo cultural. El alejamiento del sol se celebra desde que el hombre alzó la vista para conocer las estrellas. Los miembros de la Ruta Inka 2016 hemos recibido el Willka Kuty, que se puede traducir del aymará como tiempo de cambio y también como el inicio del año nuevo andino, en el Salar de Tunupa (más conocido como Salar de Uyuni).
El Salar es un sitio de poder. Hace 40.000 años se desecaron lagos y se formó este mar blanco, apenas salpicado de pequeñas montañas rocosas que son un archipiélago que resaltan los matices del blanco. Pero nos gusta lo que cuentan por aquí, de que la montaña Tunupa, perdió a una hija que amamantaba, y toda la leche acumulada, sumada a las lágrimas de la montaña, formó el Salar. Este desierto de sal está a 3.650 metros de altura, y es el más grande del mundo. Esta costra de sal se compone especialmente de litio, que junto al hidrógeno y al helio son los únicos elementos del Big-Bang. Es por esto, que el origen del universo se concentra en este Salar. La mañana del solsticio congrega a los pueblos originarios de esta región en la isla Inkahuasi. Se prepara una ofrenda al sol, mientras el frío susurra en la oscuridad. Al grito de jallalla (que sean felices), los rayos del nuevo año son convocados, para que conecten la naturaleza con la vida que renace en las emociones ancestrales y el polvo de estrellas. (Óscar Jara Albán - Ruta Inka 2016)