Dispuestos a iniciar nuestra aventura, guardamos en las mochilas, entre ropas y otras cosas, alguna ilusión e innumerables expectativas y sin más vueltas que dar, emprendimos la travesía… rumbo a algo que ni nosotras sabíamos bien que era, a un país del cual no teníamos mayor información y por sobre todo sin saber que buscábamos… simplemente íbamos. Es cierto, cada expedicionario tenía su propio motor: cumplir algún sueño, descubrir lugares, interactuar con otras culturas, desenterrar sus raíces o simplemente escapar, en fin, por alguna causa, estuvimos allí. Y así, empezó todo, “los mejores estudiantes de los 5 continentes” nos congregamos en esa lluviosa noche de Ingapirca. Llegaron unos y, de a poco, con el transcurrir de los días se sumaron los otros pocos que faltaban para completar el grupo.
Ecuador o Perú… costa, sierra o selva, no importaba dónde, el afecto inundaba, la generosidad abundaba, la cultura penetraba y la alegría de su gente cobijaba. ESA GENTE ANONIMA, que sin ninguna obligación y con total gratuidad entregaba su alma y se instalaba en lo más profundo del corazón. Esa gente que sin empuñar la guitarra componía melodía de aquella que da vida; que destierra prejuicios, olvida etnocentrismos, rompe las barreras y elimina las fronteras; que enlaza y nos hace hermanos, aquella que coge nuestras manos y guía nuestros pasos. Leer más