Los incas por el Sur llegaron hasta Argentina. Las provincias de Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy están bordadas de vestigios quechuas. Cuando el vestigio se estudia se vuelve evidencia, pero es una explicación incompleta. Es cuando te rodeas de la piedras que acumulan tiempo sin tiempo, cuando hay margen para otras explicaciones. La lógica actual inevitablemente tergiversa, de ahí la necesidad de conexión con la perspectiva de nuestros antepasados. Esa lógica ancestral pasa por observar el universo para concluir en una interpretación mítica.
Pero no por eso sus observaciones dejaban de ser exactas y útiles para que su entorno sea más aprovechable. Cuando escudriñas a las piedras, al paisaje, a las estrellas, y este resultado le incrustas en una historia, se está utilizando un método de análisis para interpretar el mundo. ¿De qué otra forma se pudo construir un imperio que abarcaba a casi toda América del Sur? Su tecnología era eficaz, aunque se prefiera decir que era mágica a lo que era puro talento. Eso sí, en manos de unos pocos que tenían el poder, como sucede ahora con las trasnacionales, que han suplido al clero de antaño. Los observatorios astronómicos, sin desmerecer lo simbólico y lo ritual, eran centros de investigación. Gracias a ellos y a los sabios que investigaban, la siembra, la cosecha, el ocio y las celebraciones se hacían en las épocas adecuadas. No tenían el inconveniente del efecto invernadero, hijo de nuestra incivilización, por lo que la predicción era posible. Y entonces se cosechaban centenares de variedades de maíz y de papas, que servían de base a una gastronomía completada con la carne de llama, ajíes y rocotos. Ante tal variedad de estos productos básicos y, por tanto sagrados, era imposible la monotonía. En el Valle Calchaquí ubicado entre las provincias de Catamarca y Tucumán, en el cerro Fuerte Quemado que domina el valle, se encuentra la Inti Huatana (Ventana del Sol). Es una estructura de piedra laja, cuyos cimientos son centenarios, aunque el arco que lo completa tiene que ser reconstruido cada cierto tiempo con los mismos materiales, debido a las inclemencias y a cierta fragilidad de la construcción. Son piedras planas superpuestas, que dejan un arco en el medio, para que la luz que nace en el Este, pueda entrar a través este reloj natural, y según la época, dar luz sobre lo que se podía esperar ese año. Todo el cerro tiene huecos labrados en las rocas más grandes. Se horadaban estas piedras en diferentes alturas, y según el agua que acumulaban se predecía si iban a haber suficientes precipitaciones para la siembra, o habría sequía. Algunos habitantes de esta región todavía miran a las estrellas y a las rocas bajo sus ojos, para saber qué hacer. Pero cada vez son menos. Cuántos satélites hemos tenido que construir para suplir la sabiduría de amautas, yatiris, chamanes y machis. Y aún así, seguimos sin acertar. (Óscar Jara Albán Ruta Inka 2016).