El departamento de Tarija y su capital del mismo nombre, que está ubicada en los valles del sur de Bolivia, frontera con Argentina, tiene varios climas, y además de su riqueza agrícola, está en la región con mayores reservas de gas de Bolivia. Sus habitantes, también conocidos como chapacos, cultivan la fama de gente calmada, y como ellos mismos se autodefinen, tienen todo para ser bohemios, incluida una producción de vino y un licor con denominación de origen llamado Singani. En Tarija la presencia española es evidente, especialmente la andaluza.
Tiene hasta un río que cruza la ciudad que se llama Guadalquivir. Pero detrás del cascarón está un sustrato que al menos data de 7.000 años. La etnia preincásica predominante son los chichas, los cuales subsisten hasta ahora, como lo han hecho siempre, pastoreando llamas y cultivando el altiplano.
Cuando llegaron los incas, lograron alianzas con las poblaciones locales, porque les brindaron protección y estabilidad, gracias a que los quechuas les defendían de los chiriguanos, que eran una especie de mercenarios nómadas de la época, que saqueaban las poblaciones. Tarija es un cruce de vías que conecta el altiplano con el Chaco y la Amazonía. Cada piso ecológico tiene su propia gente. Los incas abrieron una ruta por la cordillera del Sama. El Camino del Inca recorre cerros y abras, que son las depresiones entre cimas que permiten transitar de un lado a otro por las laderas de la cordillera.
Este camino estaba hecho de piedra laja y de granito, por el que transitaban comerciantes, rebaños y chasquis. Pero en medio de los cerros hay paisajes singulares. Los lagos del altiplano son salados, tanto los que siguen teniendo agua, como los que se secaron como el Salar de Uyuni. Cuando se produjeron los choques tectónicos de las falla de Nazca con la falla Sudamericana que formaron las cordilleras, represaron agua salada, de ahí la singularidad de tener lagos salados a 4.000 metros. Para que el espectáculo sea completo, estos lagos tienen una fauna única. Flamencos rosados, que seguramente en alguna migración encontraron alimento y se adaptaron al frío de las alturas, para ser parte del paisaje para siempre. (Óscar Jara Albán - Ruta Inka 2016)